lunes, 5 de septiembre de 2011

LA NOCHE DEL MURCIÉLAGO 7: ¿USTED CREE QUE ESTA CABEZA CORTADA ES DE BUEN GUSTO?

(PARTE DEL CAPÍTULO SESENTA AÑOS DE TEBEOS)

¿USTED CREE QUE ESTA CABEZA DECAPITADA ES DE BUEN GUSTO?

En 1954 se publicó La seducción de los inocentes, un libro escrito por el Dr. Fredric Wertham que establecía una relación causa-efecto entre el contenido violento y presuntamente degradante de los comic books y la delincuencia juvenil. El libro de Wertham, convenientemente ilustrado, detallaba paso por paso el proceso de corrupción que los diabólicos tebeos realizaban sobre las tiernas mentes infantiles, a las que impresionaban con sus vulgares aproximaciones al sexo y la violencia, además de retrasar su desarrollo intelectual. Wertham no sólo arremetía contra los extremadamente populares tebeos de horror y crimen surgidos a imitación de los de EC, sino que incluso figuras tan aparentemente familiares como los mismos Batman y Robin recibían su merecido: “A veces Batman acaba en la cama herido con el joven Robin sentado a su vera. En casa, llevan una vida idílica. Son Bruce Wayne y “Dick” Grayson. Bruce Wayne es descrito como una “persona de la buena sociedad” y su relación oficial con Dick es la de que es el tutor de Dick. Viven en habitaciones suntuosas, con flores preciosas en grandes jarrones, y tienen un mayordomo, Alfred. A veces Batman aparece en batín... es como el sueño ideal de dos homosexuales que vivieran juntos. A veces aparecen en un sofá, con Bruce reclinándose y Dick sentado junto a él, sin chaqueta, el cuello de la camisa abierto, y su mano sobre el brazo de su amigo.” Wertham explicaba el trabajo de campo que le había llevado a semejantes conclusiones: “Durante la psicoterapia, un joven homosexual nos trajo una copia de Detective Comics, con una historia de Batman. Señaló un dibujo de “la casa de Bruce y Dick”, una casa situada en un paisaje hermosísimo, iluminada cálidamente y que mostraba a la devota pareja el uno junto al otro, mirando a través de la ventana. Cuando tenía ocho años, este chico había comprendido a través de sus fantasías con los comic books que le excitaban los hombres. A la edad de diez u once años, “Satisfacía mis gustos, mis deseos sexuales, con los comic books. Creo que me ponía a mí mismo en la posición de Robin. Quería tener relaciones con Batman... recuerdo la primera vez que me encontré con una página que mencionaba la “batcueva secreta”. Me vino a la mente la idea de Batman y Robin viviendo juntos y posiblemente manteniendo relaciones sexuales...” Al parecer, la cosa no podía estar más clara: “Sólo alguien ignorante de los fundamentos de la psiquiatría y de la psicopatología del sexo puede dejar de observar la sutil atmósfera de homoerotismo que impregna las aventuras del maduro “Batman” y su joven amigo “Robin”.” Probablemente así es como Batman y Robin se crearon mala fama. El Dr. Wertham también encontraba estímulos para la homosexualidad en Wonder Woman, y en general describía un cuadro apocalíptico de “enfermedades sociales” provocadas por la lectura de los aparentemente inocentes tebeos. Aunque hoy resulte fácil y cómodo desdeñar los argumentos de Wertham y contestarlos sarcásticamente, lo cierto es que durante los años 50 en Estados Unidos se vivía cierto clima de persecución política y el ambiente estaba enrarecido por el viento oscuro del maccarthismo, así que pensar en que la Caza de Brujas se extendiera al desvalido mundo del comic book no era tan descabellado. Además, aunque casi todos los textos escritos por historiadores del cómic se hayan empeñado en desacreditarlo sistemáticamente, el Dr. Fredric Wertham no era ni mucho menos un muerto de hambre desconocido. Wertham, nacido en Nuremberg (Alemania) en 1895, emigró a América en los años veinte y escribió libros innovadores como El cerebro como orgáno: su estudio post-mortem y su interpretación (1934) al tiempo que realizaba estudios sobre los efectos de la mescalina y la insulina en la psicoterapia. A medida que su interés se fue especializando en la psicología criminal, también adquirió cierta notoriedad pública, fortalecida por la publicación de dos libros que analizaban casos de asesinatos: Dark Legend: A Study in Murder y Show of Violence. En 1946 había fundado una clínica popular en Harlem, la Lafargue Clinic, dedicada a dar tratamiento psiquiátrico a los jóvenes con problemas.

Así pues, por mucho que los historiadores del comic book nos lo hayan querido pintar de otra manera, el Dr. Wertham no era un desgraciado que empezó un buen día a vociferar contra los tebeos sin ton ni son, sino un personaje respetado e influyente, y la amenaza potencial que representaba The Seduction of the Innocent para la industria del tebeo, unida al clima de sospecha generalizada en la sociedad americana y la característica indecisión y cobardía de los editores del gremio se confabularon para que llegara la hora más oscura del cómic americano.

De hecho, el clima estaba un poco soliviantado en contra de los comic books, y desde 1948 se habían realizado incluso quemas públicas de tebeos que empezaron en Binghamton (Nueva York) y que habían animado en algunos estados la idea de prohibir este medio de expresión.

Todo culminaría el día 21 de abril de 1954, cuando se inició una investigación sobre la industria del comic book por parte del Comité del Senado de los Estados Unidos para la Delincuencia Juvenil, presidido por Estes Kefauver. El dibujante de EC George Evans, al hablar de Kefauver, indica: “Todo el mundo recuerda lo cabrón que fue McCarthy, pero nadie recuerda lo cabrón que fue Kefauver. Puede que así sea mejor. Nadie debería recordarle. Cuando murió, no recé ninguna oración por él. Espero que en el infierno tengan un pozo lo bastante caliente para él.” Durante la investigación declararían editores, dibujantes, expertos, médicos (por supuesto, el doctor Wertham entre ellos), distribuidores, vendedores y, en resumidas cuentas, todos aquellos relacionados con el asunto. Pero el momento estelar le correspondió a Bill Gaines, el editor de EC Comics, que era precisamente la editorial que había iniciado la moda de los tebeos de horror, e hijo de Max “Charlie” Gaines, a quien podemos considerar poco menos que el inventor del comic book. En un momento determinado de su declaración, Gaines fue interrogado por uno de los miembros de la Comisión:

- ¿No existe límite a lo que publicaría en una de sus revistas?

- Sólo siempre que esté dentro de los límites del buen gusto -contestó Gaines.

Fue ese el momento elegido para mostrarle la portada de Crime Suspenstories 22, uno de los hoy considerados grandes títulos clásicos de su editorial.

- Aquí aparece un hombre con un hacha sangrienta que sujeta en la mano la cabeza de una mujer, seccionada de su cuerpo. ¿Cree que esto es de buen gusto?

- Sí, señor, así lo creo -contestó Gaines con el mayor aplomo- para la portada de un tebeo de horror. Una portada de mal gusto, por ejemplo, habría sido una en la que la cabeza colgara un poco más arriba para que el cuello hubiera aparecido goteando sangre, y en la que el cuerpo estuviera un poco más lejos para que se pudiese ver su cuello sanguinolento.

Una vez que todo el mundo hubo dicho lo que tenía que decir, la Comisión llegó a la única conclusión lógica y razonable: no había relación alguna entre la delincuencia juvenil y los comic books.

Los tebeos habían sido absueltos, pero la acobardada industria no estaba dispuesta a darse por aludida, así que antes de que acabara el año empezó a funcionar el Comics Code Authority, un código de censura interno impuesto por los mismos editores al que tendrían que doblegarse todos los tebeos. Únicamente Dell, entre los grandes, se negó a llevar el sello del Code en sus portadas, pero todos los demás pasaron por el aro, incluida EC. Por supuesto, el Code supuso el fin para la empresa de Gaines, pues ahora ya no se podían mostrar escenas con sangre, blasfemias, referencias a deformidades físicas, formas de cometer un delito, amor adúltero, uso de drogas y otras mil prohibiciones que obligaron a que Tales from the Crypt, The Vault of Horror y demás dejaran paso a relatos psicológicos y un puñado de “nuevas tendencias” mucho menos fascinantes para el público juvenil.

En aquel momento nefasto, el comic book americano dio un paso atrás probablemente decisivo en su historia, pues decidió limitarse en sus contenidos y sus formas justo en el instante en que el auge de un medio nuevo, la televisión, aumentaba la competencia en el mercado del ocio popular. Pero también es cierto que a la mayoría de los editores establecidos, entre ellos DC, les sirvió para quitarse de en medio al molesto e inquieto Gaines y su catálogo de colecciones memorables.

Aunque ya hemos dicho que Batman era un tebeo de apariencia completamente inofensiva en ese momento, sus planteamientos se replegaron aún más después de la implantanción del Code. El período 1955-1963 es recordado con una mezcla de vergüenza y cierto cariño absolutamente nostálgico por parte de los aficionados a las aventuras del Cruzado Enmascarado, y puede ser muy apropiadamente definido como “La etapa ciencia ficción de Batman”, aunque algunos lo han bautizado como “la etapa alienígena rosa”.

Temerosos ya de mostrar incluso a un vulgar matón con una pistola en la mano, los editores DC erradicaron también a los villanos clásicos de las páginas de Batman y Detective. Ni el Joker, ni Catwoman, ni Clayface, ni el Pingüino, ni mucho menos Dos Caras seguirán enfrentándose frecuentemente al Dúo Dinámico. Intentando desesperadamente acallar los rumores sobre las relaciones ilícitas de nuestros héroes, los editores se sacaron de la manga a Batwoman (Detective 233, julio 1956), que con su estrafalario traje amarillo y rojo presenta el mayor contraste posible al austero look de su inspirador. En realidad, Batwoman era parte de una ampliación de la familia del murciélago que había empezado un poco antes, con la incorporación del Batsabueso (Batman 92, junio 1955) y que no acabaría ahí, ni mucho menos. Estaba bien que ahora Batman tuviese una contrapartida femenina sobre la cual proyectar (aunque de manera absolutamente elíptica, por supuesto) cualquier posible deseo sexual, pero, ¿qué pasaba con el adolescente Prodigio Juvenil? No es bueno que el Robin esté solo, de manera que Batman 139 (abril 1961) vio el debut de Bat-girl, la primera e inconfundible, ataviada con un vestido de falda verde. Pero sin duda, la adición más extraordinaria a la Bat-familia sería el grotesco y desconcertante Batmito (Detective 267, 1958), un duende de otra dimensión con poderes aparentemente ilimitados que viste un traje copiado del de Batman, al cual idolatra. Además de formarse esta Bat-familia a semejanza de la antigua “familia Marvel” del Capitán Marvel o de los Supergirl, Krypto el supercán, Superboy y demás derivados del más exitoso Superman, que en esa época se veía afligido mes sí mes también por la caprichosa kryptonita roja, la influencia del pujante cine de ciencia ficción de los años 50 y las limitaciones del Code ayudaron a que Batman se lanzara a una vergonzosa carrera de aberraciones fantacientíficas para las cuales no había sido creado. Junto a las múltiples historias “autorreferenciales” que mencionamos antes, se presentan otras como “El Batman del mañana” (Detective 216, febrero 1955), “Batman Junior y Robin Senior” (Detective 218, abril 1955), “El misterio del segundo equipo de Batman y Robin” (Detective 220, junio 1955), varias historias con Batmanes robóticos, gigantes o sustitutos, “Cuando Batman era Robin” (Detective 226, diciembre 1955), “Batman Jr.” (Detective 231, mayo 1956), “La búsqueda de un nuevo Robin” (Detective 237, noviembre 1956), “El Trío Dinámico” (Detective 245, julio 1957) en la que el grupo se ve completado por Mysteryman y otras en esta vena, que aunque parezca denotar una cierta desesperación por parte de los guionistas, todavía no hacen presagiar el punto de inflexión que marcará Detective 251 (enero 1958) con “¡El Batman alienígena!”, que nos muestra a un extraterrestre con antenas y largas orejas oculto bajo la capucha del Hombre Murciélago. Tras esto, lo más comedido será ver al Dúo Dinámico enfrentándose a dinosaurios robots o a un trío de malhechores conocidos como El Zorro, el Tiburón y el Buitre que van vestidos con máscaras representativas de esos animales y trajes de chaqueta. Frecuentes serán los viajes interplanetarios, las visitas a Gotham de extraterrestres cabreados o sencillamente desorientados, la participación en los Juegos Olímpicos del Espacio (Detective 260, octubre 1958), los encontronazos con criaturas de cristal o criaturas del planeta-X... Entre lo más delirante de este período podemos considerar a la criatura-puzzle del espacio (Detective 277, marzo 1960), el completamente surrealista “¡El Batman cebra!” (Detective 275, enero 1960), “El rival interplanetario de Batman” (Detective 282, agosto 1960), “El Batman negativo” (Detective 284, octubre 1960), “La criatura de la Batcueva” (Detective 291, mayo 1961) que hace exclamar a Robin “¡Batman! Una cápsula espacial alienígena en una de las cavidades de la Batcueva... ¡y mira lo que está saliendo de ella!” refiriéndose a una especie de yeti verde y monocular, los alienígenas rosas y de varios colores más de múltiples episodios o las criaturas peludas mitológicas procedentes de unos jeroglíficos egipcios en los que ya aparecía representado Batman. La lista es ciertamente agotadora. Esta fue la época escogida inevitablemente para la aparición de Clayface II (“El desafío de Clayface”, Detective 298, noviembre 1961) que al contrario que el original, sí posee poderes sobrehumanos, unos poderes que le permiten metamorfosearse en prácticamente cualquier cosa. El repaso a los desconcertantemente fantásticos argumentos no estaría completo, sin embargo, sin mencionar dos joyas singulares: Detective 320 (octubre 1963) en el cual Batman y Robin sustituyen sus trajes habituales por... ¡vendas de momias! y el último de los tebeos de la época clásica de Batman: Detective 326 (abril 1964), en el que el Dúo Dinámico acaba enjaulado en el Zoo del espacio.

Durante estos años, el principal dibujante de las series de Batman será Sheldon Moldoff que, como dijimos, es de todos los autores destacados del personaje el que tiende más hacia la línea caricaturesca, simple, infantil, y hacia una rigidez tan exagerada que acentúa el tono irreal de las historias. Aunque hoy en día tengan cierto encanto ingenuo y sean apreciadas por los coleccionistas, lo cierto es que este cúmulo de absurdas historias de ciencia ficción, evidentemente no eran Batman, cosa que las ventas no dejaron de reflejar.

En 1964, Batman estaba muerto. Había llegado el momento de resucitarlo.

1 comentario:

TEBEOBIEN dijo...

es curioso que queriendo salvaguardar a los chavales de la amenaza marica, convirtieran a esta etapa de batman en la favorita de la vieja guardia de los fans homosexuales de batman. lástima que no la dibujara curt swan, entonces hubiera sido divino ya del tó.